El misterio de Emmanuel: ¿Por qué San Sebastián eligió esta película para inaugurar su festival?
Cuando se anunció que «Emmanuel» sería la película de inauguración del Festival de San Sebastián, muchos críticos y espectadores quedaron perplejos. ¿Qué tenía esta nueva versión, de uno de los mayores bodrios cinematográficos de los últimos tiempos, para merecer tal honor? Para algunos, el único mérito destacable es su supuesto «toque feminista», algo que claramente no salva a una película que, como bien se ha comentado, parece estar al servicio de la nada.
¿Un guiño al pasado o una versión sin alma?
En los años 70, la primera «Emmanuelle» francesa alcanzó un éxito monumental. Fue una película erótica que, sin llegar al porno explícito, rozaba los límites del «softcore», despertando fascinación no solo en Francia sino en todo el mundo. España no fue la excepción, aunque aquí se estrenó mucho después. La clave del éxito de aquella versión original no estaba ni en su guion ni en su profundidad, sino en su capacidad de captar una atmósfera sensual y algo prohibida, lo que, en aquellos tiempos, generaba morbo.
«Emmanuelle» se convirtió en un fenómeno cultural y, como suele ocurrir en estos casos, se hicieron varias secuelas. Cada una, peor que la anterior, pero, al menos, mantenían el aura de «lo prohibido» que tanto éxito trajo a la película original. A pesar de todo, había algo que resultaba entretenido, quizás por el contexto en el que fue concebida. Sin embargo, lo que San Sebastián ha elegido para abrir su festival en esta ocasión es, sin duda, una versión moderna que carece incluso de ese mínimo atractivo que tenía la original.
“Ni el feminismo la salva”
La nueva «Emmanuel» parece un intento fallido de modernizar una historia que nunca fue particularmente profunda. Se menciona que esta versión tiene una perspectiva más feminista, pero ni eso consigue hacerla interesante, mas bien al contrario, parece un nuevo intento de la interminable lista de bodrios que pretender apuntarse a «la moda» del nuevo feminismo, de lo que, dicho sea de paso, estamos hasta las cejas ya demasiada gente, no por no querer la igualdad (de lo que se nos pretende acusar interesadamente) sino por la evidente manipulación con el objetivo de polarizarnos y sacar de ahí un rédito político o económico. Como bien dijo uno de los críticos que asistieron a la proyección, el problema es que no hay argumento, ni en el plano erótico ni en el dramático.
La película comienza con un guiño a la original, un homenaje nostálgico que quizás busca generar cierta complicidad en los fans más veteranos. Pero después de esta primera secuencia, todo cae en picado. La protagonista viaja a Hong Kong para supervisar un lujoso hotel, una premisa que rápidamente se diluye en una sucesión de escenas sexuales sin sentido. Entre sus misiones en el hotel, está el intento de sabotear a la directora del establecimiento, interpretada por Naomi Watts, cuya presencia en el film genera más preguntas que respuestas.
«Es como si Naomi Watts no supiera ni por qué está aquí»
Naomi Watts, una actriz de gran talento y renombre, parece completamente fuera de lugar en esta película. Es difícil entender qué la llevó a aceptar este papel, y más aún, cómo su actuación encaja en una historia tan carente de propósito. Ni su presencia, ni la cantidad de ternos que le hayan puesto, logran darle un mínimo de coherencia a su personaje. Parece que Watts está tan perdida en la trama como el espectador.
Mientras tanto, la protagonista de «Emmanuel» se dedica a tener encuentros sexuales de todo tipo: primero con un hombre, luego con mujeres, tríos, y así sucesivamente. El «clímax» de la trama llega cuando ella se obsesiona con un hombre que no quiere tener relaciones sexuales con ella. Es en ese momento cuando uno se da cuenta de que la película ha perdido completamente el rumbo, si es que alguna vez lo tuvo.
El mayor defecto: “ni siquiera es una película erótica decente”
Es curioso que, en el género al que pretende pertenecer, la película no consigue siquiera cumplir su cometido básico: ser erótica. Como comentó un colega tras la proyección: “cualquier película porno tiene más argumento que esta”. La crudeza de esta afirmación no es gratuita, ya que lo que se espera de una película que se presenta bajo esta premisa es, al menos, una mínima conexión con la sensualidad, pero «Emmanuel» fracasa incluso en eso.
El cine erótico ha sabido evolucionar, y ejemplos recientes demuestran que es posible combinar estética, sensualidad y un mínimo de narración. Pero esta película ni siquiera intenta seguir esos pasos. Es una película que se pierde en la superficialidad, donde ni los cuerpos ni las interacciones logran despertar ningún tipo de emoción o interés. Y lo que es peor, parece no tener ni la menor intención de contar una historia coherente.
¿Por qué, entonces, abrir con este desastre?
Uno de los mayores enigmas sigue siendo la razón por la cual el Festival de San Sebastián eligió «Emmanuel» como su película inaugural. En un evento que tradicionalmente busca destacar películas de gran calidad, con apuestas cinematográficas innovadoras, ¿qué sentido tiene apostar por una película tan vacía? Tal vez se busque generar polémica o simplemente revivir un ícono del cine erótico de antaño, pero la pregunta sigue en el aire: ¿es esto lo mejor que tenía el cine para ofrecer este año?
Si algo demuestra esta nueva versión de «Emmanuel», es que no basta con modernizar un clásico para que funcione en la actualidad. El cine erótico, cuando es bien hecho, puede ser un género fascinante, pero “Emmanuel” no cumple ni siquiera con lo básico. Se ha convertido en un ejercicio de superficialidad sin propósito. Y al salir del cine, la única reflexión que queda es si el género tiene futuro, o si, como esta película, está condenado a repetir errores del pasado.
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